Marina Silva, candidata presidencial brasileña del Partido Verde, tercera fuerza política de Brasil tras las elecciones del pasado 3 de octubre, decidió jugarse la campaña a la baza de la autenticidad y la sencillez. No quiere ser transformada en un producto. Esta es la razón esgrimida por el partido para explicar la renuncia de Silva a tener un asesor de imagen, una decisión arriesgada para un escenario tan difícil que la candidata intenta convertir en señal de transparencia.
Muchos lo consideran una locura, y es que un asesor de imagen es algo crucial para un candidato por aquello del márketing político. Sin embargo otros dicen que puede tener efectos positivos para una candidata con pocas posibilidades de partida frente a Serra y sobre todo frente a Dilma Rousseff, la sucesora de Lula, el presidente que ha batido todos los records de aprobación popular. Y es que a pesar de todo, parece ser cierto que muchos electores recelan del marketing político y las transformaciones estéticas de los candidatos.
Ante las críticas de programa utópico, Silva adelantó algunas de sus propuestas medioambientales concretas hace unas semanas. Por ejemplo,
sustituir toda la flota brasileña de taxis por vehículos eléctricos unido a un nuevo plan general de transportes, con la idea además de abaratarlo, ya que los brasileños que viven en zonas urbanas pueden llegar a gastar la mitad de sus ingresos en llegar al puesto de trabajo.
Cambiando de tercio, el partido también estudia fomentar la difusión libre de contenidos culturales con la autorización del autor.
A pesar de que eran previsibles sus pocas posibilidades de ganar -aunque sí de inclinar la balanza de no haber mayoría absoluta-, Marina Silva es sin embargo el elemento distinto, la novedad, la heroína de la ecología, la hija de la Amazonía.
Fuente: El País /Ecoperiodico
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