
El país asiático se ha marcado el objetivo de reducir su intensidad energética (la cantidad de energía que utiliza para generar cada dólar de su PIB) en un 17,3% de 2011 a 2015 respecto a los niveles de 2010, según ha afirmado un responsable de la Administración Nacional de la Energía, Huang Li.
China pretende también elevar la proporción de combustibles no fósiles hasta un 15% en 2020. (En 2009 representaron ya menos de un 9 por ciento, un gran dato)
Estas declaraciones se unen a los esfuerzos de China por enverdecer su imagen. Entre los proyectos más ambiciosos anunciados en 2010 está la ampliación, hasta alcanzar 400 millones de hectáreas en 2050, de la que ya es la mayor selva artificial del mundo.
La Gran Muralla Verde, como es conocida la selva artificial levantada en China para detener el rápido avance del desierto, cubre actualmente más de 500000 kilómetros cuadrados.
Los críticos, no obstante, sostienen que las especies plantadas y su ubicación limitan la efectividad de la iniciativa y que muy pocos animales se adaptan. Según sus defensores, los beneficios de la reforestación son evidentes, porque ayudan a frenar el rápido avance del desierto en el oeste y norte del país; algo que bien podría copiar el país donde los geólogos ya señalan la frontera norte del Gran Sáhara: España.
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Imágenes | Gustavo Madico y Trey Ratcliff |
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